Carthago delenda est
Para la llegada de nuestra era, Roma era la dueña del Mediterráneo y no había otra potencia en el mundo conocido que llegase a siquiera rivalizar con el imperio radicado en aquella antaño pequeña aldea del Lacio. Sin embargo, no siempre fue así. A principios del siglo III a.C. Roma acababa de proclamarse como la dueña de la península itálica, pero no era sino un pez grande en un mar plagado de muchos otros, y entre ellos destacaba uno en el norte de África.
Asalto de Cartago (Steve Noon, 2010)
Cartago fue la gran enemiga de Roma. Su enemistad en la historia antigua es prácticamente comparable a la de EEUU y la URSS en el contexto de la Guerra Fría. Una antigua colonia fenicia en la región que hoy en día conocemos como Túnez que se expandió gracias al comercio y llegó a establecer asentamientos en Córcega, Cerdeña, Sicilia, toda la costa del Magreb y el sur de la península Ibérica. Roma y Cartago se vieron a sí mismas como enemigos desde muy pronto, probándose la coexistencia pacífica una materia difícil.
Pronto el conflicto directo llegó y ambas potencias se enfrentaron en la Primera Guerra Púnica, en la primera mitad del siglo III a.C. Cartago fue derrotada y Roma impuso sobre los púnicos unas duras condiciones de paz. Viendo que el mar Tirreno se había convertido en propiedad de Roma, Cartago centró su mirada en la península Ibérica, tierra rica y libre de grandes influencias exteriores. La revitalización de Cartago y su avance por Hispania pronto preocupó a Roma, desembocándose una nueva contienda en forma de la Segunda Guerra Púnica. Los avances de Aníbal hacia Roma verdaderamente hicieron peligrar la integridad de la república romana, pero finalmente Publio Cornelio Escipión llevó la lucha a África y consiguió vencer a uno de los más brillantes generales de la antigüedad.
Tras la Segunda Guerra Púnica, Cartago se vio obligada a aceptar de nuevo unas duras condiciones de paz. Las cláusulas dejaban a Cartago indefensa, con una enorme deuda y encerrada en el norte de África. Pareciese que la gran enemiga de Roma finalmente había sido doblegada y el senado consideró que el renacimiento político y económico de Cartago era inconcebible. Sin embargo, los púnicos les demostraron lo equivocados que estaban y para mediados del siglo II a.C. Cartago volvía a ser una urbe pujante y enriquezida, aunque con limitada capacidad militar y política. Esto sembró el miedo en algunos políticos romanos, tradicionalistas que veían en esta recuperación y en la supuesta decadencia de Roma la señal de que pronto estallaría una nueva guerra que esta vez Roma no podría ganar. Catón, fiel defensor de los valores tradicionales romanos que en el 153 a.C. había viajado a la capital púnica, comenzó a terminar sus intervenciones en el senado con la histórica muletilla "Ceterum censeo carthaginem esse delendam" (Por lo demás, opino que Cartago debe ser destruida).
Hacer la guerra contra Cartago pronto fue algo que buena parte del senado romano reclamaba, y por varias razones. Para 151 a.C. Cartago terminaba de pagar las compensaciones económicas impuestas tras la Segunda Guerra Púnica y recuperaba sus derechos políticos. También la destrucción de Cartago significaba acabar con la gran competencia comercial de Roma en el Mediterráneo. Además, una guerra preventiva permitía evitar que el Reino de Numidia tomase la iniciativa y se hiciesen ellos con el control de Cartago, lo que la fortalecería enormemente frente a Roma. Finalmente, la victoria definitiva contra el enemigo ancestral sería un recurso propagandístico excelente que sería usado por los conservadores romanos y su política imperialista.
En 149 a.C., con motivo de un conflicto entre Numidia y Cartago, Roma declara la guerra y comienza la Tercera Guerra Púnica. Los ejércitos romanos fueron dirigidos por Publio Cornelio Escipión Emiliano, hijo del general Lucio Emilio Paulo Macedónico, nieto de Lucio Emilio Paulo, quien cayó derrotado frente a Aníbal, y nieto adoptivo de Publio Cornelio Escipión Africano, quien venció a Aníbal finalizando la Segunda Guerra Púnica. Teniendo tal ascendencia, puso sitio a la ciudad de Cartago durante tres años, hasta que en 146 a.C. las tropas romanas asaltaron la ciudad casa por casa y la saquearon durante diez días.
Si bien Escipión y otros eran partidarios de conservar la ciudad, la mayoría del senado honraron los continuos esfuerzos de Catón, quien no llegó a ver la destrucción de Cartago al morir dos años antes, y acordaron destruirla hasta los cimientos y esclavizar a la población. La destrucción de Cartago tuvo lugar el mismo año que la destrucción de la ciudad griega de Corinto. Ambos hechos simbolizan el fin de Cartago y de los estados libres griegos, convirtiéndose Roma en la única gran potencia del Mediterráneo.
Fuentes
PLUTARCO. Vidas Paralelas.
Bibliografía
CONOLLY, Peter. (2016). La Guera en Grecia y Roma.
GOLDSWORTHY, Adrian. (2003). Las Guerras Púnicas.
GRACIA ALONSO, Francisco. (2015). Ceterum censeo carthaginem edde delendam.
QUESADA SANZ, Fernando. (2015). La muerte de Cartago: La guerra más salvaje.
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